alamillo

En el actual contexto de cambio climático, la conciencia de que el medio ambiente y la sociedad humana no son esferas separadas, es más importante que nunca para asegurar la sostenibilidad de la civilización.

Las actuaciones dirigidas a la mejora que hacemos del uso de nuestro planeta deben plantearse a todas las escalas, desde la global a la individual.

Nuestra asociación es consciente de que los problemas medioambientales nos conciernen y afectan a todos, y por ello nuestras posturas frente a propuestas o actuaciones valoran en todo momento la sostenibilidad de las mismas.

El agua es un recurso valioso que parece que solo se hace valer en tiempos de escasez. Por la ubicación geográfica de nuestra región, la lluvia está sometida a oscilaciones anuales (sequía estival) e interanuales (sequía meteorológica). Ello debería hacer que el agua fuera incluso más valorada. La gestión y consumo del agua debe ser eficiente, optimizando su uso y minimizando las pérdidas. Desde los hogares al uso agrícola.

El sistema energético español depende a día de hoy enormemente del petróleo. A parte de las conocidas razones de su vinculación con los gases de efecto invernadero, y su no renovabilidad, debemos ser conscientes de la dependencia exterior que los combustibles fósiles suponen para nuestro país. El fomento y la investigación de las energías alternativas, como la solar o la eólica, son eslabones fundamentales en el control del cambio climático, así como la única forma de caminar hacia la independencia energética.

El territorio es quizá el recurso natural que pasa más desapercibido. Después del consumo exacerbado de suelo que se ha producido durante la burbuja inmobiliaria, es necesaria la imposición de criterios racionales para su gestión. Nuestra asociación, en línea con los datos existentes, apoya un modelo urbanístico de ciudad compacta, con crecimiento en altura, más energéticamente eficiente que las ciudades dispersas, donde el transporte público pueda tener un papel preponderante y se convierta en una alternativa real y efectiva frente al vehículo privado.

En nuestro modelo ideal de ciudad, las zonas verdes son un elemento fundamental de la calidad de vida. Sevilla no destaca por la conservación y el manejo de sus árboles, parques y jardines. Un claro ejemplo es la extrema rareza de ejemplares centenarios en nuestra ciudad. La dejadez de los distintos Ayuntamientos y el continuo vandalismo que sufren los jardines hacen a todos, administración y sevillanos, culpables de ello. Es necesaria una toma colectiva de conciencia que nos lleve a apreciar nuestra arboleda y zonas verdes como un precioso patrimonio que es de todos y no como algo sin dueño.

Sevilla posee un enorme recurso natural que la convierten en una ciudad única en España y Europa, y que por lo común no se pone en suficiente valor: el río Guadalquivir. Su puerto supone una oportunidad de primer orden cuyo papel medioambiental no está justamente valorado. Pese al evidente impacto adverso que el dragado puede tener sobre el estuario del río, rara vez se pondera el ahorro energético que supone llevar grandes mercancías más de 60 km tierra adentro. Por ello apoyamos sin fisuras el dragado del Guadalquivir, exigiendo sin embargo, que se cumplan las medidas correctoras y compensatorias para no herir de muerte a nuestro río.

El patrimonio natural de las comarcas de la Provincia es, del mismo modo, otro recurso bien desconocido y poco tenido en cuenta. La ubicación de Sevilla es privilegiada respecto a uno de los humedales más importantes de Europa, el Parque Nacional de Doñana. Igualmente, son parajes únicos y desconocidos por muchos las dehesas y bosques de la Sierra Norte o los roquedos de la Sierra Sur, así como otros parajes menores y mucho más inmediatos, como son el bello cauce encañonado del Guadaíra por Alcalá, los cerros arbolados que jalonan Los Alcores o la Ruta del Agua en Guillena. Todo ello configura un patrimonio único, a la altura del riquísimo patrimonio monumental de nuestra ciudad, con del que es magnífico complemento. Un recurso tan desconocido como poco aprovechado, que por su fragilidad debe ser gestionado con responsabilidad.