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Bonito ejemplo de improvisación y actuación a impulsos el que hemos vivido esta semana en la Calle San Jacinto. El gobierno de Espadas fue capaz, en pocos días, de limitar la circulación ciclista en el tramo peatonal de San Jacinto para, poco después, y ante la contestación de las redes sociales, parte de la oposición, y entidades como A Contramano, acabar por retractarse optando por una señalización más lógica.
Es pertinente recapitular, ya que San Jacinto es la principal arteria de Triana y el principal pulmón cívico del barrio. La calle tiene ese papel histórico para su zona, pero hace no mucho este cometido consiguió dar muchos pasos adelante gracias la peatonalización que ejecutó un gobierno municipal valiente en esas materias. En aquellos años, los kilómetros de carril bici se multiplicaron por decenas y el coche dejó de constreñir los principales itinerarios peatonales de la ciudad. El tiempo acabó dando la razón, pues hasta los más reticentes acabaron aplaudiendo, aunque fuese con la boca chica, esas necesarias reformas urbanas. Y si no, pregunten en Los Remedios qué piensan de la renovada Calle Asunción.
En cualquier caso, el quid de la cuestión está en un recelo al tránsito ciclista al nivel peatonal, lo cual se mezcla con un mar de veladores, poderes fácticos de barrio e incluso algunos padres que temen las bicis en lugar de montar a sus hijos en ellas. De hecho, así se ha visto con un colegio de la misma calle San Jacinto, en el que la semana pasada se limitó el tránsito de bicicletas durante las horas de entrada y salida de escolares. Un ejemplo que el Ayuntamiento también espera corregir en las próximas semanas y que resulta aún más llamativo ya que dicho carril bici está separado del acerado por una valla.
La idea en la que el Ayuntamiento debe ahondar y, por qué no decirlo, hacer pedagogía, es que las bicicletas no son un ente extraño en los espacios peatonales, ni son conducidas por descerebrados sprinters. Así se demuestra día a día aquí y en ciudades que tienen un bagaje más amplio que el nuestro en bici urbana: las bicicletas conviven a la perfección con los peatones si las calles no están congestionadas, solo hace falta sentido común por todas las partes y la mentalidad abierta a compartir el espacio público en lugar de apropiarse de él (riesgo que, por otro lado, se corre aquí con la masificación de veladores).
De hecho, tampoco hace falta regular la bici como si fuera un coche: son medios mecánicos infinitamente menos peligrosos, con muchísima más visibilidad, que aumentan la efectividad de los medios más potentes de transporte público y que se funden bastante mejor con la realidad que les rodea. Por todo ello la bicicleta es y debe seguir siendo uno de los motores para hacer de Sevilla una ciudad más sostenible, más libre de humos, con calles más habitables y transitables. En ello somos un ejemplo, ¿duraremos mucho tiempo como modelo a seguir? Las dudas que el gobierno de Zoido sembró no las ha atajado el “nuevo” gabinete municipal (que ya roza 18 meses en activo).
Desincentivando el uso de la bicicleta
Pasarse regulando es desincentivar. Y en esa línea el Ayuntamiento no ha tenido la mente muy fría estos días por Triana. Aun así la regulación horaria en esos tramos de San Jacinto parece que terminará en una señalización mucho más sensata: “Desmonte de la bicicleta en caso de aglomeración de personas”, rezan ahora las señales. Puro sentido común. Dejen que los usuarios no intrusivos de las vías (peatones y bicis) se entiendan entre sí y regulen de verdad el resto, como los coches o los veladores. Quizá podamos ampliar esta señalización, bauticémosla “de mutuo entendimiento”, a otras calles de horario para las bicicletas, como Asunción o algunas otras del centro.
Todo ello, claro, hay que hacerlo con cabeza, planificación y sin impulsos. Por ejemplo, incluyéndolo en marcos más amplios y globales de ciudad, como planes de movilidad sostenible o planes ciclistas (empezando a redactarse en el mejor de los casos, por poco comprensibles que sean los plazos y que deban externalizarse…). Mientras tanto, seguiremos esperando ese afán regularizador para el medio verdaderamente extraño y dañino en áreas sensibles, que no es otro que el coche.
Es una pena que no se oiga hablar del Plan Centro y que no haya voluntad ni valentía para recuperarlo. También deja que desear que nos pusieran en la boca el caramelito de la participación con la pregonada “Mesa de la Movilidad” para después enterrarla más allá de los proyectados nuevos túneles del metro. Por no hablar precisamente de eso, de lo que ya tiene más pinta de entelequia que de realidad, de la red de metro… Y es que, siendo la movilidad en Sevilla una eterna asignatura para septiembre, eviten poner palos en las ruedas a unas bicicletas que, al menos, se movían en la buena dirección.