Desde su llegada al poder, el nuevo Alcalde de Sevilla ha sumido en una especie de incertidumbre el proyecto de la Torre Cajasol. Una prometedora inversión en estética y eficiencia energética sede de un gran banco y que favorecerá la permuta de sus antiguas instalaciones para usos museísticos y culturales.
Durante la campaña electoral, los guiños de Zoido a los colectivos contrarios a su construcción lo llevaron a comprometerse con la revisión de la legalidad del ya aprobado proyecto. Una postura cuyo objetivo aparente no se entiende más allá de reavivar las últimas dudas posibles sobre la Torre. Curiosamente, en su loable discurso político para con empresas e inversores hizo un especial énfasis en la seguridad jurídica de las apuestas por nuestra ciudad, algo que no deja de ser una paradoja cuando se mira en paralelo a lo que está ocurriendo con la Torre.
En las últimas semanas Sevilla asiste a la construcción de una auténtica Torre, pero de Babel, donde cada palabra y declaración no hacen sino aumentar la confusión en la ciudad.
La ausencia de irregularidades en las licencias de la Torre suscitó los lamentos del Delegado de Urbanismo, quién pasó pronto la patata caliente al señor Alcalde. Ante tal panorama, sorprendentemente, Zoido aseveró que incluso ante la legalidad se atrevería a parar la obra. Las dudas sobre quién asumiría una hipotética indemnización en caso de paralización no dejan de ser un estéril debate: lo que es seguro que de los 200 millones de euros que se barajan, a cada sevillano le saldría por unos 285 euros.
Las asociaciones contrarias a la Torre juegan un papel fundamental de tergiversación de los hechos. Con un lema que viene a ser algo como «enreda que algo queda», la Torre protagoniza falsos montajes donde crece exagerada hasta dimensiones titánicas, y se mete en todos y cada uno de los rincones con encanto de la ciudad. Hasta en el balcón de su casa, oiga, se encontrará la Torre, aunque resulte que mire para el lado contrario. Y no solo crece la Torre, Sevilla es de repente Patrimonio de la Humanidad. La ciudad enterita. Aunque la distinción de la UNESCO solo la tengan la Catedral, el Alcázar y el Archivo de Índias, todos a 1,5 km de la Torre, y con más de uno (y de dos) adefesios arquitectónicos de por medio. Otro clavo al que agarrarse: patrimonio en peligro, aunque sean inventados, el patrimonio y el tal peligro. Otra mentira que se enraíza en los periódicos, crece en la sociedad, y finalmente madura su fruto venenoso.
Los últimos coletazos del día vienen a colocar la torre en el Aeropuerto, a pesar de la existencia de documentos del Ministerio de Fomento que sitúan el campo de vuelo a casi 2 km de distancia. Una más en una larga lista de falsedades que el máximo representante de la ciudad lleva por bandera ante las puertas de la UNESCO, a quién parece que usará como gancho para contentar al reducido grupo de sevillanos que no hubieran dudado en parar la construcción de la Giralda de haber vivido en siglo XII. Y Zoido hubiera ido de la mano con ellos.