Que Sevilla ha sido a lo largo de la Historia una ciudad de enorme dinamismo cultural no puede ser negado por nadie. Esta ha sido la ciudad de las grandes empresas arquitectónicas, la cuna de artistas universales y el motor de nuevas corrientes artísticas. La pregunta es cómo mantenerlo en la actualidad. ¿Es Sevilla una capital cultural en el siglo XXI? En estos últimos años han sido muchos los responsables políticos en materia de Cultura de todos los colores que con más o menos éxito han desfilado por las administraciones local, autonómica y estatal. Lo que la experiencia ha demostrado es que cualquiera de las escasas iniciativas llevadas a cabo por estas instituciones ha contado con un incondicional espaldarazo de la ciudadanía sevillana. Una ciudadanía deseosa de disfrutar de grandes eventos culturales como demuestran las colas de la Noche Larga, la singular participación de la juventud en el Festival de Cine, el no hay más localidades en la Bienal de Flamenco, la repercusión de las exposiciones al aire libre o las aglomeraciones en cada gran muestra que acoge el Bellas Artes. No sólo la ciudadanía seguía dando lecciones a la administración; también lo hacían incluso las empresas privadas, como en el ansiado objetivo de tener otro Velázquez en nuestra ciudad, ese Santa Rufina que Gobierno Central y Junta de Andalucía fueron incapaces de mantener en la ciudad.
Pero llegó la época de crisis… Y la Cultura, como la eterna hermanita pobre, hizo gala de su papel de gran perjudicada. El Ayuntamiento recorta un 7% del presupuesto para Cultura y tiene al frente de esta materia a una delegada que reparte su tiempo entre sus responsabilidades como Portavoz, Delegada de Comunicación, Presidenta del Consejo de Administración de la televisión local y su cargo en la Federal del PSOE.
En cuanto a la administración autonómica, la incorporación del nuevo consejero Paulino Plata hasta el momento solo nos ha traído frustraciones a los sevillanos: el cierre del espacio Iniciarte en Sevilla (manteniendo, eso si, la continuidad del programa en otras ciudades), la retirada de su apoyo a un evento de tantísimo éxito como la Noche Larga o la inexplicable cancelación del proyecto de la Casa de Murillo cuando ya tenía previstas partidas presupuestarias. Estas han sido sólo algunas de las negras letras de la carta de presentación del consejero. Y lo más sorprendente de todas estas decisiones políticas es que por parte de la Consejería no se ha dado ni una explicación plausible a este constante ataque, dejando argumentos tan ligeros que pueden confundirse con un insulto a la inteligencia de los sevillanos.
Y, para rematar la faena, cuando ciudadanos generosos como Mariano Bellver quieren ceder una colección de enorme valía artística parece que se hace más evidente la indolencia de los gestores de las instituciones culturales. ¿Vamos a dejar pasar nuevamente la oportunidad de que se quede en Sevilla una colección como esta? Y es que Delegación y Consejería de Cultura parecen especialistas en acabar con la paciencia de los generosos donantes. Ya se frustraron las negociaciones con la Baronesa Thyssen, con la colección cerámica de Carranza han estado a punto y se vislumbra en el horizonte una nueva frustración tras las cancelación de la exposición temporal que Bellver iba a celebrar en el Bellas Artes. ¿Estarán Consejería y Delegación, esta vez, a la altura de las circunstancias? Si hacemos caso al pasado reciente, tenemos derecho a dudarlo.
Y ahí está el cajón de los proyectos olvidados: un Pabellón de la Navegación cerrado desde hace casi veinte años, un centro de interpretación de la Semana Santa del que ya no se habla, un Museo de la Ciudad que parece que cayó en el olvido o un exasperante proceso de ampliación de los Museos Provinciales.
Es por todo esto que en 2010 tenemos que plantearnos nuevamente la pregunta del comienzo: ¿Es Sevilla una capital cultural del siglo XXI? Si lo es, definitivamente no es por la apuesta de unas administraciones públicas que solo hablan de Cultura fuera de Sevilla, sino por la existencia de creadores, gestores y ciudadanos que con cada uno de sus esfuerzos ansían hacer de Sevilla una ciudad para la Cultura.