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En los últimos días, hemos conocido que están a punto de terminar las obras del centro de turistas en el que quieren convertir los locales del Muelle de la Sal, conocido como paseo Marqués de Contadero. Al menos, en lo que es el tema constructivo, pues ahora habrá que dotarlo de servicios (un millón de euros más de inversión) donde tendremos hasta una maqueta innovadora tridimensional y de realidad virtual que ocupa más espacio que la casa de un sevillano medio.
Se busca que este espacio sea la puerta del turista en Sevilla. Habrá que ver si llama la atención a nuestros visitantes acercarse por su propio pie a un espacio que se proclama “Centro de Atención Integral al Visitante”. Si no, quizá se convierta simplemente en un punto donde recalen esas macroexcursiones de un día en autobús con esos guías que portan esos banderines para hacerse ver entre la multitud que arrastran.
Este proyecto, incluido en el Plan Turístico, respaldado por varias entidades de la ciudad y las administraciones públicas, incluso ha sido bendecido por los dos equipos de gobierno recientes. El plan, indudablemente, ha aportado beneficios a la ciudad: gracias a él los sevillanos se han encontrado con el Muelle de Nueva York, con un museo dedicado a la industria cerámica trianera o la recuperación del Castillo de San Jorge (que, por cierto, se está “desrecuperando” y desmejorándose ante la desidia de ya muchos años). Pero ahora, sin embargo, de esos beneficios vemos poco en Marqués de Contadero.
Entre lo poco que podemos encontrar, quizá, sea la renovación de los edificios de un paseo que, en mi opinión, anteriormente, parecían prácticamente cocheras lúgubres entre el Puente de Triana y la Torre del Oro. Quizá el paseo superior, al nivel del Paseo de Colón, podía ser vistoso, pero el mantenimiento de sus parterres y elementos verdes se había descuidado demasiado.
¿Qué persigue la reforma del Paseo Marqués de Contadero?
En cualquier caso, ¿qué estrategia persigue este edificio? Este centro de turistas, junto a oficinas de turismo, se completa con el “Centro de la Tapa” y otro espacio llamado “Un río de flamenco”. Y aquí hay que plantarse y reflexionar algunos asuntos. En la época de Airbnb, Yelp y el turismo colaborativo, uno de los valores que más aprecian cierto tipo de visitantes, cada vez más numeroso, es el “live as a local”: vivir la ciudad como un vecino del lugar. Vivir la ciudad es descubrir su autenticidad y mezclarse con los sevillanos, no la oferta prefabricada, artificial y de consumo rápido. ¿Diversificamos los atractivos de la ciudad o creamos productos para guiris? Por desgracia este proyecto se parece más a lo segundo, al contrario que otros proyectos de ese Plan Turístico. Y entonces habría que preguntarse también si son los “productos guiris” lo que demandan los visitantes. Muchos cuando viajamos huimos de eso.
Hace no mucho, en una de esas cervezas entre compañeros de SEm hablando de todo, mi compañero Enrique Hernández comentaba que el punto positivo de la ciudad en materia de turismo es que los turistas vienen a hacer en nuestra ciudad lo que los mismos sevillanos hacemos: Además de descubrir su patrimonio de siglos, los turistas se toman una cerveza en el Salvador o viven nuestras fiestas desde dentro. Aún no hay procesiones de Semana Santa orientadas al turismo o una Feria de Abril permanente para visitantes. Entonces, ¿son ese centro de la tapa y el flamenco algo natural? No huele a eso, desde luego. Huele más a un Port Aventura turístico.
En Sevilla, por suerte o por desgracia, el turismo tiene un peso elevadísimo en la economía. Pero quizá no todo vale para hacerlo crecer, y probablemente ese crecimiento pueda toparse con límites en algún momento. Límites de capacidad, límites de habitabilidad de zonas turísticas, límites de autenticidad… Hay donde elegir. Mientras, en lugar de tender a la venta de una Sevilla irreal, de plástico y que no es, podríamos explorar otros sectores. Como venimos gritando con hechos en sevillasemueve desde hace años, la cultura tiene mucho que decir. ¿Es el Bellas Artes, segunda pinacoteca de España, un atractivo de la ciudad? ¿Cuántos visitantes se van sin poner un pie dentro? O, por otro lado, ¿cuanto patrimonio esconde nuestra ciudad sin posibilidad de visitarlo? Iglesias, palacios, conventos… Eso son solo ejemplos. En cambio, en muchas ciudades de Europa hay experiencias de que, a base de movimientos e infraestructuras culturales o festivales de diversas disciplinas, llegan visitantes que vienen a ser uno más entre los habitantes de la ciudad.
Quizá hayamos perdido la oportunidad de crear algún museo en Marqués del Contadero que fuese atractivo para todos, propios y extraños, sevillanos y visitantes. La Sevilla real y la Sevilla en potencia están ahí fuera, y quizá haya que descubrirla mejor para saber dónde queremos llegar.