4.287.254 millones de pasajeros han pasado en 2015 por el aeropuerto de Sevilla, que confirma así la senda alcista iniciada 21 meses atrás, después de haber perdido hasta 1,3 de los casi 5 millones de pasajeros alcanzados en 2011, récord histórico de pasajeros hasta la fecha. Aún lejos de esa cifra, el pasado año nos ha dejado un importante dato para el análisis: el tráfico internacional ha copado el 44% de los pasajeros que han pasado por San Pablo.
Este crecimiento, que parece haberse basado en cimientos sólidos y no en la burbuja de las low cost de final de la pasada década, ha supuesto la vuelta de compañías de primera línea mundial, como British Airways y Lufthansa, que junto a Iberia, TAP Portugalia y Brussel Airlines cierran el elenco de grandes aerolíneas cuya red de destinos permite colocar a Sevilla a una sola escala (en Londres, Munich/Frankfurt, Madrid, Lisboa y Bruselas respectivamente) de centenares de destinos de todo el mundo. A ello podemos sumar el grupo Air France – KLM, quien también permite enlazar en Amsterdam gracias a su pujante filial Transavia, que ya es la cuarta aerolínea en el Aeropuerto de Sevilla. Este ranking está dominado actualmente por Vueling, quien a pesar de la falta de novedades en rutas directas desde Sevilla también dispone una enorme red destinos europeos vía Barcelona o Roma. Todas estas aerolíneas registrarán un aumento en su operativa que hace ver 2016 con esperanzas de crecimiento.
Sin embargo, esas buenas perspectivas se ven truncadas con el fin de las operaciones de Air Berlin, que el pasado 11 de enero dejó de volar entre Sevilla y Palma, su gran base en España, que permitía conectar con una inmensidad de ciudades de la Europa germana. Tampoco Ryanair nos deja buenas noticias, ya que lejos de ofrecer novedades importantes impondrá recortes e incluso cancelación de algunas rutas en este 2016.
Retos de futuro para el Aeropuerto de Sevilla
Sevilla requiere por tanto de un trabajo constante en afianzar sus lazos más naturales, con Francia a la cabeza, pero también para crecer en nuevos mercados que se pueden abrir, yendo de la mano incluso de provincias vecinas como Huelva, Cádiz o Córdoba. Ahí están las opciones siempre comentadas pero nunca ejecutadas, como pueden ser nuevas ciudades en Reino Unido, la Europa del este, Escandinavia, Estambul como punto de conexión con Asia o el hipotético vuelo a Nueva York. En algunos de los casos la colaboración con Málaga puede ser una buena oportunidad para ponerse en el escaparate, pero sin perder del horizonte el objetivo final: que esos pasajeros terminen viniendo a Sevilla.
En todo ello no basta con promocionarse más allá de la SE30, sino también de diversificar esa acción y poner en valor más aspectos además de los ya por todos conocidos, haciendo de Sevilla un producto competitivo en el cada vez más exigente mercado turístico, donde confluye un creciente número de destinos cada vez más accesibles. Un acierto en ese sentido es la bandera cultural, ese «otoño cultural» que la ciudad pretende sacar en este FITUR 2016, pero donde se sigue echando en falta una mayor implicación de la Junta de Andalucía, permanentemente deslumbrada por el “sol y playa”.
Por otra parte, el aeropuerto no es exclusivamente una puerta de entrada de turistas, sino también de salida para los sevillanos. Aquí cobra un especial interés el sector empresarial, para quien un aeropuerto bien conectado supone una herramienta esencial en sus objetivos de internacionalización, y que favorecería la reducción de la estacionalidad en San Pablo. Supone, por tanto, una fuente generadora de economía en su más amplio sentido al que Sevilla no puede permitirse el lujo de desperdiciar, y que requiere de una necesaria promoción también entre los sevillanos.