Parece que fue ayer, pero hace ya cinco años que Metropol Parasol se mostró a Sevilla en todo su esplendor tras años de oscura polémica por su gestión y, sobre todo, por su arquitectura. Una arquitectura no acorde a las tradiciones sevillanas. Un edificio más digno de Sevilla Este que del casco histórico. A ver cuanto tardan en estropearse las maderas con este calor. Muchas atrocidades, tal y como dicta la más tradicional de las tradiciones sevillanas, se escucharon entonces y aún se escuchan algunas hoy en día, pero lo cierto es que su construcción ha cosechado un éxito incontestable.
Pocos éramos los que desde el inicio partíamos una lanza en favor del proyecto, contra voces agoreras que el tiempo se ha encargado de poner en su sitio. Desde lo más lejano, con la imagen renovada de la ciudad que, junto a otros impulsos urbanísticos, se ha venido proyectando al mundo, hasta lo más próximo, con el renacimiento comercial de las calles Regina, José Gestoso y la propia plaza de la Encarnación. Incluso desde su primer Domingo de Ramos ha venido siendo uno de los puntos más fotografiados de nuestra Semana Santa, siendo, apenas un año después de su inauguración, protagonista de la portada de uno de los programas de mano más conocidos de nuestra semana grande.
Pero el éxito cosechado no nos hace ver únicamente lo positivo. Junto a ríos de tinta, gigas de fotos y un alto impacto económico, tenemos una pésima gestión por parte de Sacyr, concesionaria del complejo Metropol Parasol, y la baja exigencia del Ayuntamiento para hacer mantener este espacio como se merece: fuentes que jamás han funcionado, jardinería mal cuidada cuando no desaparecida, suciedad acumulada durante semanas sin que nadie se haga cargo de ella, una plaza superior desaprovechada y cerrada cada noche con un simple vallado de obra, un restaurante-mirador que actualmente se encuentra a espera de una reapertura capaz de relanzarlo…
No queremos con esto, de ninguna manera, desmerecer los aspectos absolutamente positivos que este proyecto ha supuesto para la ciudad, pero por nuestra actitud crítica y a la vez constructiva no nos permite pasar por alto estas cuestiones que, lejos de ser corregidas, algunas incluso empeoran con el paso de los años. Podríamos darnos por satisfechos afirmando que al menos consisten en meros problemas de gestión, pero sin embargo, es aquí cuando hay que decir alto y claro que es en la gestión de espacios públicos donde nuestra ciudad tiene un verdadero y grave talón de aquiles.