La pasada semana, años después, volvíamos a tener noticias de la parcela donde hasta hace 6 años se levantaba el colosal “Palenque”, uno de los espacios de más vida durante la Expo’92. A pesar de su carácter efímero, Sevilla supo sacar partido en años posteriores no sólo a éste, sino hasta a 10 pabellones efímeros que lejos de ser derribados tras cumplir su misión en la Exposición Universal se han reutilizado y hoy mantienen un uso empresarial.
Pero al Palenque, debido a la casi total ocupación a la que apuntaba la Isla de la Cartuja a final de la década pasada, le llegó su hora para dar paso a un singular centro de empresas firmado por el prestigioso arquitecto Richard Rogers, ganador del premio Pritzker en 2007. El Ayuntamiento de Sevilla cambió la calificación de la parcela, de propiedad municipal, para permitir a AGESA (la Sociedad Gestora de los activos heredados de la Exposición Universal, entre cuyos objetivos se encuentra sacarles partido económico) la construcción de este nuevo edificio, pero tras el incumplimiento de los términos acordados entre ambas instituciones la corporación municipal reclamó la devolución de la parcela si no se acometía el proyecto.
La crisis y los plazos han llevado a AGESA, ahora dependiente de la Junta de Andalucía, a reducir las expectativas del proyecto inicial para conservar a toda costa los derechos sobre la parcela. La autoría del proyecto se desconoce, pero del presupuesto puede deducirse que Sevilla pasa de sumar una nueva edificación singular firmada por tan prestigioso arquitecto a construir un insulso edificio de una planta que poco o nada aportará, ni a nuestro catálogo arquitectónico ni a los espacios productivos en el Parque Tecnológico.
Bien es cierto que el Ayuntamiento está en su total derecho de reclamar una parcela de su titularidad si AGESA, tal como se acordó en su día, no hace uso de ella. También hay quien quizás pueda entender que AGESA decida construir cualquier cosa para no perder los derechos sobre la parcela. Pero lo cierto es que el resultado final será que los 40 millones de inversión se reducirán ahora a 3 millones, que los 44.000 metros cuadrados distribuidos en 5 plantas pasarán ahora a 2.000 en una sola planta y que las 450 plazas de aparcamiento en tres plantas bajo rasante se limitarán a 60 en un solo sótano. Huelga decir que la recaudación municipal derivada de la construcción del edificio también se reducirá drásticamente.
Ante las circunstancias excepcionales derivadas de la profunda crisis económica que sufre nuestro país, ¿qué necesidad hay de romper la lealtad institucional para que el Ayuntamiento de Sevilla exija en un caso así el celoso cumplimiento de una norma (la “obligatoriedad” de construir) que lleva años en suspenso debido a la crisis? ¿Qué necesidad tiene AGESA de dar uso a una parcela sin importar la manera? ¿Qué necesidad tiene la ciudad de construir en ese solar en este preciso momento?
Como en tantos otros casos, las preguntas tendrán difíciles e incómodas respuestas, pero manteniendo una máxima demasiado común últimamente: “entre unos y otros, quien pierde es Sevilla”.