Este domingo, la ciudad se daba de nuevo de bruces con el bochorno de estar en boca de la prensa nacional por una nueva ocurrencia del alcalde José Luis Sanz: restringir el acceso a la la Plaza de España y hacer pagar a los teóricos foráneos con la peregrina excusa de controlar el turismo y financiar el mantenimiento del patrimonio.
Por primera vez nos encontramos con un alcalde que reconoce que la ciudad no tiene recursos para gestionar la creciente afluencia turística. Sin embargo, una vez más, las consecuencias serían pagadas por la ciudadanía de Sevilla, que para pasear por los espacios públicos de la ciudad tendría que mostrar un DNI, hacer colas o reservar la entrada. Controlar el acceso a la Plaza de España supondría una perversión del propio espacio público, supeditándolo a una mercantilización insólita e injusta que define un modelo de anticiudad. Sería una completa derrota social, supeditando el uso de la plaza a una mera visita turística que aplastaría todas las otras funciones que permite una plaza, usos más espontáneos como hacer deporte, pasear o encontrarse con amigos.
Con esta declaración de intenciones, el alcalde vuelve a poner de relieve su incontinencia a la hora de realizar propuestas para solucionar los problemas de la cuarta ciudad de España. No en vano, la propuesta de José Luis Sanz ha atravesado los límites de la ciudad, copando titulares en los principales medios estatales, que observan atónitos el sonrojante nivel de ideas que gobierna Sevilla. No puede ser que porque, en palabras del alcalde, “en cualquier otra capital de menos nivel que Sevilla (sic) se pague por todo”, nuestra ciudad deba sumirse acrítica e improvisadamente a experimentos lesivos para el disfrute del espacio público. La conservación del patrimonio y la gestión de los flujos turísticos merece mucha más seriedad, estudio y debate que las ocurrencias de domingo por parte de quienes gestionan la ciudad.
Propuesta sin un más mínimo análisis
José Luis Sanz, asumiendo acríticamente una vieja propuesta de ADEPA, argumenta la restricción de accesos a la plaza bajo una supuesta necesidad de controlar el vandalismo y de que el turismo financie el mantenimiento de la plaza. Se desconoce con qué estudios de viabilidad cuenta la idea, que puede encontrarse con numerosas resistencias en distintas instancias, desde el Estado (propietario del edificio) a derechos básicos como la libertad de tránsito o el respeto patrimonial. De hecho, la propuesta levantaría un nuevo cerramiento que separaría el Parque de María Luisa de la Plaza de España, situación que se superó hace más de una década restaurando el entorno a la concepción original de Aníbal González, que de nuevo quedaría pervertida, al tiempo que se pretende preparar el centenario de su construcción por todo lo alto
Si la propuesta, además, supone asumir que la conservación y vigilancia actual es inexistente o insuficiente, ¿cómo se pretende garantizar que el dinero que se espera recaudar, además de cubrir los costes y plusvalías del servicio de control de accesos, se destinará a la conservación de uno de los monumentos más delicados de la ciudad y que no se dedicarán a otros fines? ¿Cómo se controlaría esos trabajos a realizar? ¿Si el alcalde reconoce que la ciudad es incapaz de mantener una joya como la Plaza de España, en qué otras tareas teóricamente menos prioritarias se siente inútil el gobierno de Sanz?
El necesario debate de la “tasa turística”
Con esta ocurrencia de José Luis Sanz se pone de relieve la necesidad imperiosa de retomar el debate para implantar la tasa turística. Cualquier ciudad, pequeña o grande, que acoge una actividad turística que impacte, positiva y negativamente, en su día a día, ha estipulado un pequeño pago por pernocta, normalmente en torno a los cinco euros, con el que los visitantes hacen frente al “uso” que realizan por la ciudad. No existen datos que sostengan que su implantación implique la pérdida de visitantes. Sin embargo, esta visión catastrofista, opuesta a la realidad, ha servido sistemáticamente para que la tasa turística cuente con el rechazo frontal tanto del partido del alcalde como de la patronal turística.
Esta idea del alcalde es solo la portada de una creciente turistificación de la ciudad sobre la que es preciso abrir una reflexión global: más allá de los simplistas discursos de Sanz sobre despedidas de soltero hay que abordar el acceso a la vivienda, la destrucción del comercio local, la perversión de los espacios públicos o las consecuencias para el medio ambiente.
Desde sevillasemueve entendemos que la tasa turística es necesaria y positiva para paliar los perjuicios que crea el turismo, además de contribuir a la gestión y modernización de la ciudad y su patrimonio, incluido el mantenimiento de la Plaza de España. La tasa turística, bien proyectada y estudiada, es la alternativa fácil y sensata a cualquier restricción de accesos que convierta a los ciudadanos en entes ajenos a su propia ciudad. En definitiva, abrir el camino hacia una gestión ordenada de la actividad turística, que permita equilibrar su tendencia de crecimiento con la convivencia y el día a día de la ciudad.
Si José Luis Sanz, tal como afirma, es partidario de la tasa, debe ejercer su responsabilidad como alcalde y liderar este debate ante el sector en lugar de esperar, supuestamente, a que la patronal se lo solicite.