Pasó la Noche en Blanco y de nuevo es fin de semana. Fin de semana “largo”, largo como las colas que pudimos ver el pasado viernes en algunas de las más de 100 actividades que había en cartel. La mayoría de ellas eran gratuitas, igual de gratuitas que lo son cualquier día del año. Algunas eran de pago, a veces al precio habitual, a veces a precio reducido. Generalizando (pues también hay consumidores habituales de cultura), podríamos cuestionarnos el porqué de acudir masivamente a disfrutar de la cultura ese día a esa hora, pero quizás las respuestas son harto conocidas: la novelería, la excepcionalidad, el fuera de lo normal. Cada uno tendrá sus motivos. Nuestro objetivo no es, en absoluto, hacer una crítica de esto, sino reflexionar sobre ello. Ser constructivos, como solemos hacer desde la asociación ‘sevillasemueve’.
Desde la primera edición, allá por 2012, el fin último de la ‘Noche en Blanco’ fue mostrar la diversidad cultural de Sevilla, acercarla al público, que la haga suya día a día. La repercusión extraordinaria de esta cuarta edición por fin nos permite hacer esta reflexión profundamente. ¿Conoce el sevillano la cultura que la ciudad ofrece? En caso negativo, ¿por qué no la conoce? ¿Por qué no sacamos partido a nuestra ciudad aunque nos vaya la vida en visitar el último rincón del próximo destino al que viajemos? ¿Qué se está haciendo mal, tanto desde el sector público como el privado, para que esto sea así?
Podemos ir a más. Este puente parece que tendremos la ciudad repleta de turistas. ¿Conocen quienes nos visitan -nacionales o extranjeros- que en Sevilla hay más cosas que hacer además de visitar la Giralda, el Alcázar y, si hay tiempo para salir del centro, la imponente Plaza de España? ¿Van al teatro, a la ópera, o algún otro espectáculo -a excepción del flamenco- como solemos hacer cuando visitamos otras grandes ciudades?
A nadie se le escapa que el pasado viernes la caja de los establecimientos más céntricos echaba humo, terminando incluso con la existencia de cerveza en algunos de ellos. ¿Nos conformamos con no ver una sola silla libre en los veladores que ocupan nuestras calles y plazas? ¿Y si nos proponemos llenar las butacas de nuestras salas y espacios culturales?
Por nuestra parte, haremos cuanto esté en nuestra mano, siempre conscientes de nuestros limitados recursos técnicos, económicos y humanos, para hacer de la imagen de Sevilla algo más rico que nuestra gastronomía, sin pretender minusvalorar en ningún instante su fortaleza. Y ahí esperamos contar con el Ayuntamiento, con la Diputación y con la Junta -aunque ésta quizá deba comenzar por mejorar su política cultural en Sevilla-, con el sector cultural y con el turístico, con hosteleros y hoteleros.
Entonces, ¿hacemos de la Cultura parte de la ‘Marca Sevilla’?