La red de Metro de Sevilla, a pesar de ser solo un embrión, ya se debate entre la vida y la muerte. Gracias a la incompetencia política de los gobiernos responsables, Junta y Ayuntamiento, corre el riesgo de nacer mutilada y arrastrar importantes lastres que la llevarían a resignarse a no ser más que una red de transporte publico ineficaz e insuficiente para una ciudad como Sevilla, sumida en el caos circulatorio y el déficit de transporte publico de calidad.
Viendo la poca seriedad con que se está tratando el proyecto, podríamos pensar que realmente no tienen demasiada importancia, pero lo cierto es que es aquí donde se plasmará algo básico para tener una red de transporte público efectiva o no: su carácter subterráneo o superficial.
Actualmente ya disfrutamos de la L1, una línea que, salvo políticas de gestión y explotación, es capaz de dar un servicio impecable en cuanto al flujo de pasajeros se refiere, con una velocidad media, incluidas paradas en estaciones, de unos 30km/h, puntas de hasta 70km/h, sin contaminación acústica (salvo en los tramos en superficie), sin riesgo de incidencias por causas externas y un sinfín de características que lo hacen posible
Imaginémonos ahora que, ya sea la L1 o cualquier otra, fuera superficial. De entrada, la velocidad comercial media se vería gravemente afectada, no solo por la limitación de velocidad máxima de 50km/h, si no porque estaría gravemente expuesta a multitud de obstáculos en la vía que den lugar a interrupciones del servicio.
Y es que, al circular en superficie, tendría que lidiar con peatones en zonas colindantes a las vías, con vehículos privados sumidos en caos circulatorio de la ciudad, sobre todo en los cruces de las grandes avenidas, con manifestaciones y concentraciones ciudadanas y con algo que no puede pasar desapercibido: las cofradías en Semana Santa, que por si solas serían capaces de guillotinar toda una red de transporte en una de las semanas del año en que mas necesario se hace un transporte público de calidad.
A todo esto habría que sumar los importantes daños estéticos que supondrían las catenarias a lo largo de su recorrido, así como los acústicos, como sucede actualmente en el tramo aljarafeño donde la L1 circula en viaducto junto a zonas residenciales.
Igualmente sufriríamos otros perjuicios colaterales: la necesaria reducción de carriles para el tráfico rodado en aquellos puntos donde el Metro circule a modo de tranvía. Miedo da imaginarse un tranvía por lugares estrechos y colapsados como la Ronda Histórica, la Ronda Pío XII o la avenida de Reina Mercedes, grandes bulevares que podrían ser destrozados, como en Sevilla Este, Bellavista o la Ronda del Tamarguillo, o grandes vías de entrada a la ciudad que podrían ser reducidas a simples calles, como la avenida de La Palmera, avenida Juan Pablo II o la zona de Puerta Triana.
En resumen, un atentado que una ciudad necesitada de transporte no se puede permitir, y menos todavía si es por el complejo político de invertir en la capital de Andalucía.